jueves, 24 de abril de 2014

En El Seibo vive la mujer más pobre del país

La casa se le cae encima, no tiene que comer, realiza sus necesidades fisiológicas en vacinilla y lanza a una cañada

MANUEL ANTONIO VEGA

EL SEIBO.- Como paradoja de la vida, la provincia de El Seibo, tomada como objetivo del milenio, es la más vieja fundada en la zona Este y donde vive Ana Dionisia Rollins Candelario, una anciana de 77, considerada la más pobre de El Seibo y se cree que del país.
Ana vive en el barrio de Las Chabolas de Ginandiana, al norte de El Seibo, en una casita que le prestó una prima, la cual está techada y cobijada con zinc viejos, trozos de cartones, piso de tierra y a la que ya no le caben más rendijas.
En tiempo de lluvias y tempestades tienen que correr a casa de vecinos o a las aceras de negocios a refugiarse, porque en la casa “llueve adentro y escampa afuera”.

La anciana debe realizar sus necesidades fisiológicas en una escupidera o bacinilla y esperar la noche para tirarla a una cañada que bordea su “hogar”, porque también su humilde vivienda carece de baño.
Duerme en una pequeña habitación 3x4 metros cuadrados, donde hay dos camas viejas, que como patas las sostienen trozos de block.
Despierta cuando los rayos del astro sol calientan sus arrugadas mejillas al penetrar por las rendijas que apremian su “habitación”.
Es tan pobre que la empresa distribuidora de luz Ede-Este no le cobra un bombillo que tiene en medio de la sala, que también le ilumina su maltrecha habitación.
Un corral de palos de jobos y cobijada con trozos de zinc viejo le sirve de cocina en el patio de la casita, mientras que varias llantas o gomas viejas de vehículos con tres piedras le sirve de fogón, donde a veces cuece sus alimentos.
Para comer algo en el día ha tenido que salir a la calle a pedir para cuando un buen samaritano se apiade de sus manos extendidas le dé algo para llevar de comer a la casa.
Ha confesado que a veces solo lleva a su boca una taza de café, “porque he salido a pedir y nadie le ha dado nada”.
 “Las fuerzas se me han ido de tanto pedir ayuda, para no morir de hambre. Mire como mi casita se me cae encima y la maleza arropa mi hogar”, dijo Ana Dionisia, que cuando habla abraza su cuerpo como pidiendo de piedad que vayan en su auxilio.
Ana Dionisia no ha muerto porque no se anda enfermando, porque tampoco cuenta con el seguro de SENASA, el bono luz ni el bono gas.
Su cuerpo de unos 5.7 pies de estatura se ha ido disecando o consumiendo por la falta de alimentos.
Cuece sus alimentos en piedras sobre cuatro gomas
Viste y calza con ropas viejas que le regalan vecinos y cuando puede gastar 60 pesos en la reguera o mercado de las pulgas.
La anciana era casado con Teófilo Paredes, un agente policial, que tiene más de ocho años murió, con quien procreó a una hija que tienes problemas nerviosos.
QUEJAS Y PETICIONES
Ana Dionisia Rollins Candelario, se queja de que las autoridades municipales ni provinciales no le ayudan en nada, mientras se consume en su cuerpo por falta de una buena alimentación.
Abogó porque el presidente Danilo Medina le construya su casita, le dé una tarjeta solidaridad y le compre trastes.
“A mí me hace falta comida, principalmente, no tengo donde sentarme, tengo una cama malamente y hago mis necesidades y tengo que tirarla al cañada, porque tampoco tengo baño”, expuso con voz entrecortada.

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